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Historias solidarias / La Fundación Manos Abiertas
Enseñan mucho más que un oficio
Cynthia Palacios LA NACION

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En Villa de Mayo, jóvenes y adultos se capacitan y reciben microcréditos para emprender ideas.

Tienen una doble misión: enseñan oficios pero además, enseñan a servir al otro. En la Fundación Manos Abiertas , de Villa de Mayo, todos aprenden de solidaridad de la manera más práctica posible.

Manos Emprendedoras, el programa de Oficios y Microcréditos, trabaja para la reinserción laboral apuntalando la raíz del éxito: apuestan a la autoestima de los alumnos.
Hay para todos los gustos. Panadería, costura, peluquería y próximamente, repostería y asistente de familia. En dos años pasaron por las aulas del Centro Educativo San Ignacio un centenar de jóvenes y adultos y se entregaron más de 60 microcréditos, para que nadie se quede con las ganas de poner en marcha sus ideas. Hay otros resultados menos visibles. El capital social de la comunidad y el crecimiento humanos de los alumnos no pueden cuantificarse. Pero así todo, son visibles.
Todo está calculado. El curso de panadería se dicta lunes, miércoles y viernes, mientras que martes, jueves y sábados las exalumnas hornean sus propias producciones y trabajan para abastecer a los hogares y casas de la fundación.
Graciela tiene 32 años y empezó el curso en mayo. "Hago pan dulce y alfajores que vendo y así llevo una entrada más a mi casa. Estoy muy contenta con todo esto y de a poco voy consiguiendo clientes fijos", dice la mujer, mamá de tres chicos chiquitos.
Ana también está en busca de clientes. Fue de las primeras alumnas del emprendimiento y está feliz. "Se aprende muy bien y después es genial que nos dejen venir a hacer nuestras cosas y, al mismo tiempo, a devolver a la fundación algo de lo que nos dieron", asegura.
Con géneros que les donan, en el taller de costura se produce para la fundación y también para las propias alumnas. El sistema es el mismo: se aprende y se practica, un poco para el propio emprendimiento y otro poco para ayudar a la fundación. "Queremos impulsa el espíritu solidario. Con una tela que nos donaron, por ejemplo, se cocieron los pijamas del hogar", cuenta María.
Emma Alfonso es una de las alumnas. "Hacía cosas en mi casa pero era autodidacta. Acá aprendí un montón", afirmó mientras doblaba unas polleras, el último modelo del taller.
Isabel Acosta llegó de Santiago del Estero hace dos años y sueña con dedicarse a la costura, cuando se sienta más preparada.
En la peluquería unas peinan a otras y así todas logran el doble cometido: practican y salen hermosas. "Es un curso anual, de tres veces por semana y aprenden color, corte y peinados, así que siempre están con un look distinto", se ríe Andrés, el profesor.
Mirta Fernández está en esa doble tarea: ella se tiñe mientras le corta el pelo a Ana, una compañera. "Si Dios quiere voy a tener mi peluquería. Mientras tanto practico con mi mamá, papá e hijos", confiesa.
Como tienen un acuerdo con la dirección de Cultura y Educación bonaerense, todos los cursos cuentan con certificado oficial.
Crecer de a poco
Todo empezó en 92 en Villa de Mayo, con el empuje del padre Angel Rossi. "Empezamos a distribuir alimentos y ropa en esta zona y fuimos desarrollando programas de salud, de educación, de asistencia social para inculcar un espíritu más justo y solidario en la sociedad", recuerda la directora de relaciones institucionales, Perla González Sbarbi.
Así fueron surgiendo los distintos espacios de la fundación para colaborar con los vecinos del barrio Parque Intendente Alvear. El Hogar Ricardo Servente y la Casa San Francisco Javier para albergar a adolescentes que no pueden estar por el momento con sus familias; el Hogar Santa Ana donde viven abuelas sin familia; el Centro Beato Hurtado que se ocupa del servicio social, como distribuir ropa y alimentos, además de la atención médica y odontológica; la Casa de la Esperanza que desarrolla un programa de salud mental para las familias y la comunidad y la Casa de la Bondad, en construcción, que recibirá a enfermos terminales.
Así, 1400 reciben asistencia médica y social, 400 chicos acceden a educación y contención y 36 chicos y abuelos tienen un lugar donde vivir. Un ejército de manos abiertas sostiene todo esto: más de 150 voluntarios, 650 amigos de la fundación y empresas que los ayudan, como el Grupo Carrefour, Kodak o el Deustche Bank.
"Cada casa nace de las necesidades de la comunidad. Creamos las herramientas para que cada persona construya su propia salida
Se pusieron como misión promover y dignificar la persona, mejorar su calidad de vida, aliviar las necesidades que surgen de las situaciones de pobreza, dolor y carencia. "No sólo queremos ayudar a la gente. Queremos ayudarlas a ayudarlas", agrega María Zwanck.
Necesitan más manos. Sostener las obras que existen, terminar la Casa de la Bondad y construir un hogar para adolescentes son algunos de los planes. Otras cosas siempre se necesitan, como harina, manteca o una máquina collareta o elementos de peluquería o repostería. Para contactarlos:
www.manosabiertasweb.org.ar o 4371-5869.

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